POEMAS PARA LA MUJER Escritora Arjona Delia
Escritora Arjona Delia

30 de agosto de 2008

Jardín de ausencia




Plante flores de olvido en tu jardín de ausencia.
Las regué con mi llanto. Las separé de a una.
Les arrime el silencio que habita en tu presencia
y para que brillaran le acerque la luna.


Inventé una montaña para abrigar tu frío.
Un carrillón sin tiempo, una aurora de flecos.
Un barco de colores para cruzar el río
y ahuecar las palabras hasta formar un eco.

Rocié una esperanza en tus manos de princesa.
Con jazmines del alma enlacé tu cintura.
Pinté una aureola rosa sobre tu cabeza
y en un caballo blanco corrí por la llanura.

Ahuyente las tormentas que asediaban tu casa.
Jugué con los candados que estaban en tu puerta.
El aire no es visible, es tan solo una masa
y una quietud que entibia las ilusiones muertas.

Desenredé las nubes pequeñas en el cielo.
Me senté en una estrella para observar tu paso.
Hundí en el medio del agua un mástil con pañuelos
para emprender el viaje más lento del ocaso.

Cuando salgan tus ojos a pasear por el valle
detrás del arco iris tenderé una emboscada.
Con dos luces azules se encenderán las calles
y hablando cien idiomas jamás te diré nada.

Porque sé que los sueños son nada más que eso,
un despertar de historias, un mundo sin presencia.
Y en el que sigue escrito con letras de regreso,
plantas flores de olvido en tu jardín de ausencia.





Autor:Léon Romero.

Suspenso de lluvia



Una leve ventisca movió la enredadera,
las aves lentamente buscaron su amparo
y un gris intervalo de este cielo en espera,
agrupaba en tormenta aquel domingo claro.

Y la casa tenía un extraño misterio,
la veleta en lo alto se había quedado muerta
y un silencio de iglesia, tal vez en cautiverio,
buscaba en las ventanas las llaves de la puerta.

Un horizonte largo se entretenía en tus luces,
se quejaba de a ratos la roldana en el pozo
tres relámpagos rojos se dividian entre cruces
y los teros guardaban sus gritos de alborozo.

Todo estaba la acecho de algo que no era nada,
simplemente el momento de un tiempo pasajero,
sin embargo los perros, inquieta su miradas,
vigilaban de a uno el ancho del sendero.

Y Yo que estaba solo como hace tantos años,
madurando de a poco el recuerdo de un rezo,
me había vuelto una sombra sin porvenir, huraño
acortando las noches en alas de un regreso.

De pronto suena un trueno al borde del camino.
Una silueta crece marcando una esperanza.
Y las uvas estallaba con lágrimas de vino,
al tiempo que a lo lejos, esa mujer avanza.

Y se pone al resguardo del viento y la tormenta.
Y la luz de la casa la muestra más hermosa.
Y la lluvia que cae con suave olor a menta,
se transforma en violetas, en claveles y en rosas.






Autor:León Romero


Entradas populares

È