Si yo le prestara mis ojeras al sueño
para buscar adentro mis caminos dormidos
encontraría un silencio que no tiene dueño
y un pajaro sin alas que desangra en su nido.
Y si yo bajara las estrellasa del cielo
llenando mis bolsillos de azules mariposas,
sembraría los senderos de sombras y pañuelos
y en el jardín del tiempo se morirían mis rosas.
Y si yo me quedara con los brazos cruzados
esperando una lluvia de piedras y cometas,
me abrazaría a la luna de los enamorados
y nadaria en las aguas de las tristes cunetas.
Porque la vida en suerte, me desnudo la espalda,
me puso lirios blancos sobre mi espalda ausente,
un manto en mohecido de verdes esmeraldas
y un grito sordo y ciego llorando entre la gente.
Corazón desolado, escondite del alma,
niebla oculta en el río de los vientos perdidos,
caricia que agoniza en otoños sin calma,
retazos de esperanza de soles malheridos.
Mi despertar se ahoga en un lago de sombras,
se oculta en la montaña donde nadie regresa,
he muerto en este mundo donde nadie me nombra
y he derramado el vino sobre mi triste mesa.
Cuando la noche caiga sobre la tierra muerta,
la que vive escondiendo mis ojos y mis manos,
la playa del olvido se encenderá en su arena
y el último silencio, morirá el verano.
Autor: Leon Romero
No hay comentarios. :
Publicar un comentario