Sembrando
La noche, va esparciendo los latidos
del fuerte corazón ya… muy cansado.
Y el eco, de su lúgubre tañido
acompasa la sombra, dolida en el letargo.
Mira hacia atrás, y observa su trayecto
de surcos entreabiertos y sembrados.
Más allá, maduraron las espigas.
Esas… que fue esparciendo al paso de sus años.
Y aunque bien sabe, se acerca hacia el abismo,
sin pensarlo siquiera, sigue arando.
Sus brazos, se colmaron de cosechas
que las dejó volar, como a los pájaros.
No consideró suyos, los logros obtenidos,
sólo cinceló joyas de amor, entre sus manos.
Sólo, pulió diamantes existentes
en el carbón oscuro y olvidado.
Tan solo luz, guiaba los latidos
de ese, su corazón… fuego sagrado.
Siempre brindó a destajo su caricias
para que se irradiaran… sin pensarlo.
No lo amilanarían las infamias,
ni detendrían la fuerza cautiva entre sus manos.
No podrían mellarlo las inquinas,
menguando arteras, su energía vibrando.
Y seguiría así, hasta su último aliento,
bordando mieses en el surco arado.
Rescatando saberes en mentes inocentes,
despertando conciencia, en ojos asombrados.
Y “ Maestro” hasta el fin, colmaría sus arcas
con la ternura simple, de todo lo enseñado.
Por eso es que, aún estando en regresiva,
sigue esparciendo, semillas por los campos.
Y avanzaría aún… con el mundo en su contra,
con la frente bien alta, sembrando, así… sembrando...
Autor: Ana María Sanchis