Fue breve aquella noche. Fue breve, pero bella.
Poca cosa es el tiempo, que es también poca cosa,
porque nadie ha sabido lo que dura una estrella
aunque todos sepamos lo que dura una cosa.
Nuestro amor de una noche fue un gran amor pequeño
que rodó por la sombra como un dado sin suerte,
pero nadie ha sabido lo que dura un ensueño
aunque todos sepamos lo que dura la muerte.
Una noche es eterna para el que no la olvida,
y el tiempo nada importa para el sueño y la flor,
y, como nadie sabe lo que dura la vida,
nadie sabe tampoco lo que dura el amor.
Yo andaba entre la sombra, cuando como un fulgor
llegaste tú de pronto con el último amor.
Pero bastó un efluvio de antiguas primaveras
para reconocerte, para saber quien eras.
Y eras la misteriosa mujer desconocida,
que entristeció de ensueño lo mejor de mi vida.
La de las tardes grises y los claros de luna,
la que busqué entre tantas y no encontré en ninguna.
Y hoy tal vez como un premio, tal vez como un castigo,
lo mejor de mi vida será morir contigo.
He pensado esta noche, sintiéndote tan mía
que así como llegaste, pudieras irte un día.
Lo he pensado eso es todo. Pero si sucediera...
Dejaré que te vayas sin un adiós siquiera.
Y cuando te hayas ido... yo que nunca me quejo,
me vestiré de luto y aprenderé a ser viejo.
Pero si me muriera sin poder olvidarte
y después de la muerte se llega a alguna parte,
preguntaré si hay sitio para mí junto a ti,
y Dios seguramente responderá que sí.
Estoy entre tus brazos y un silencio en puntillas
se esconden tras la sombras que dan a la ventana,
un corazón que late y unos ojos que brillan
se entregan en el alba que arrastra la mañana.
Y tu pecho se enciende y un pequeño murmullo
se escapa de tus labios como una mariposa.
Y es el agua del río que nos trae el arrullo
de un amor que se aroma con jazmines y rosas.
Ven aquí, necesito que me des el lucero
y esa estrella que llega desde tiempos lejanos,
y el volar de las aves y el temblor de un te quiero,
que han quedado en tu sangre y dormido en mis manos.
Porque entiende que el trino de un pajaro en la rama
salpica de esperanza la soledad del nido
y te arrima los sueños del hombre que te ama
para borrar la ausencia del mundo del olvido.
¡Qué pequeño el lugar en que vivías!
Si hasta el jardín era una sola rosa.
El aire te acunaba, si dormías,
en las dos alas de una mariposa.
¡Qué cielo azul el que tenían tus ojos!
La quietud del verano se escuchaba.
Y en tus labios un beso, tibio y rojo,
lleno de amor y paz te despertaba.
Y aquel zorzal de trino rumoroso
con el silvido largo del encuentro
me dijo en su gorjeo melodioso:
¡es un silencio con un pueblo adentro!
Y tú desparramabas la hermosura
y el sol junto a tus manos sonreía.
Y era tu miel un salmo a la dulzura.
¡Qué pequeño el lugar en que vivías!
Las aguas del arroyo saltaban en las piedras
un caserón dormido doblaba su silueta
salpicando de tiempo, coronado de hiedra
deteniendo tormentas a pesar de sus gritas.
El revoque perdido por los vientos del oeste
mostraba la gastada quietud de sus ladrillos
y a un costado del mismo, con su figura agreste,
los aromos pintaban un cielo celeste.
Y tu y yo, como nadie descubriendo otro mundo
en nuestro amor prohibido en medio de las flores
bajo su techo oscuro, desgastado y profundo,
soñábamos la tarde de cuentos y de amores.
Y el caserón entonces, hermano y solitario,
como una antigua foto perdida en algún rollo,
nos saludaba en sombras, nos esperaba a diario
para contar historias al agua del arrollo.
Entre plantas agrestes y pájaros del monte,
junto al pequeño lago que bordea la montaña,
allí, donde comienza la luz del horizonte,
con manos de esperanza, haremos la cabaña.
Y en el claro sendero que baja desde el valle
con los ojos abiertos, dibujando la huella
pondremos flores nuevas en diminutas calles,
con arados de lunas sembraremos estrellas.
Una canción al día será el sol del verano,
un postal de cielos, un silencio guardado,
un pastor y sus cabras desandando temprano
los caminos azules en los cerros pintados.
Enlazaremos juntos las nubes peregrinas,
Construiremos un puente junto a la enredadera,
inventaremos trenes cruzando las esquinas
y un solo calendario de amor y primavera.
Las tejas serán rojas, las paredes de nieve,
el hogar el refugio de dos enamorados,
un ventanal muy amplio para ver cuando llueve,
la ronda de las aves y el molino asustado.
Pondremos a un costado un cerco de jazmines
un mar de farolitos bajará desde el techo,
habrá una melodía de pianos y violines
y será de algodones la calidez del techo.
Un perfume de nardos llegará desde lejos,
el viento se hará sombra como si fuera un mago,
tus ojos en los míos se han de volver espejo,
en la tibia cabaña que haremos junto al lago.
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Biografía
Escritora, poeta, letrista y artista plástica argentina. Lleva publicados siete libros propios: "Una mujer, un mar en calma" ,"Mujer Libre", "Cartas y poemas de amor", "Entre plumas y pinceles", Reflejos de mi Ser", "Retrato de mujer" "Identidad" y numerosas antologías poéticas. Varios de sus poemas han sido publicado en manuales escolares en México y Puerto Rico. Asistió a talleres de dibujo y pintura en la EMBA de Quilmes (Escuela Municipal de Bellas Artes). Perfeccionó su escritura en talleres de la Biblioteca Pública y Municipal Domingo Faustino Sarmiento y en cursos de los talleres dictados en El Rodeo de Bernal desde 2015 hasta la fecha. Asiste asiduamente a encuentros literarios en Argentina y España. Ha recibido numerosos premios por sus escritos. Tiene un amor intenso por la escritura y pone en ella toda la dedicación y el esfuerzo para realizar sus trabajos, logrando volcar en ellos las fibras íntimas de su corazón y alma. Actualmente reside en la Ciudad de Quilmes, Provincia de Buenos Aires, Argentina y sigue escribiendo con el mismo entusiasmo del principio.