Muchos enojos femeninos son incomprensibles para los hombres. Todo está bien - o así lo creemos - y de pronto todo está mal. Es algo sorpresivo y no vacilamos en calificarlo de ilógico, irrazonable, caprichoso e incluso histérico.
"¿Por qué se enojó? "No entiendo" "Es injusto" - pensamos.
Sucede que para los varones la vida emocional de la mujer es un misterio.
Uno de los motivos más frecuentes del enojo femenino son los sentimientos de desprotección. La mujer tiene la fantasía de ser amparada, ser defendida frente a determinadas situaciones. El hombre, desde su postura masculina, se propone como protector, pero para él la protección se traduce en términos prácticos y económicos, en proveer y prevenir, en cubrir los aspectos materiales de la cuestión.
En cambio, para la mujer supone ser tenida en cuenta en sus necesidades de apoyo emocional. De ahí que a menudo nos preguntamos una y otra vez en qué fallamos sin obtener una respuesta "razonable".
Sin duda el cambio que ha experimentado últimamente la mujer confunde a los varones al darles una imagen de resolución, desenvoltura e iniciativa que nos da la impresión de que "se pueden arreglar solas en todo". Nos descuidamos entonces en proporcionarles ese acompañamiento que les brinda seguridad y amparo.
Por otra parte hay sentimientos femeninos que están casi totalmente ausentes en el hombre y por lo tanto no podemos imaginar la dimensión que adquieren en la vida interna de la mujer.
Tomemos por ejemplo la vergüenza. Las mujeres tienen mucho pudor de que la casa no esté en condiciones, que no esté prolija, o que haya algo roto o que la decoración no sea apropiada. Asimismo la importancia que tiene la vestimenta en determinadas ocasiones está totalmente fuera del modo de accionar masculino.
Un hombre lo resuelve rápida y concretamente y no puede entender de ninguna manera qué le pasa a la mujer.
Estas son situaciones en que se siente expuesta a la mirada de los otros y más que nada a la mirada de las otras mujeres.
El Alma femenina es extremadamente sensible en este punto, del mismo modo que el alma masculina es tan susceptible a la crítica y a la sensación de haber fallado, de no haber estado a la altura de las circunstancias.
Otro aspecto de la desigualdad en el sentir son los miedos, las angustias y las preocupaciones que la mujer expresa espontáneamente para poder aliviarse y en cambio el hombre no se conecta con esta gama de sentimientos y cuando lo hace es para darles una explicación lógica o una resolución práctica.
Por otra parte el hombre tiene miedo de los enojos femeninos. Muchos maridos hablan de su esposa como "la Bruja". Es el arquetipo de la mujer mala, no sólo es iracunda y malvada, sino también dañina y poderosa. Es el reverso de la Diosa. Es como la madre mala cuyo peor castigo es privar del amor al niño indefenso.
De ahí que frente al enojo de la mujer el hombre se bloquea, hace cortocircuito y reacciona entonces con mecanismos automáticos que no responden a la situación externa concreta de ese momento, sino que provienen de sus vivencias internas.
Así, por ejemplo, puede reaccionar violentamente dando portazos o rompiendo cosas porque se ha sentido atacado. O puede callar. Este silencio lo llevará a tomar distancia, a retraerse, a deprimirse.
La mujer ve el silencio como un manejo de poder y se siente menospreciada y dejada de lado.
Muchas veces apelando a la practicidad masculina, los varones damos por terminada una contienda y no advertimos que los tiempos femeninos son distintos, ella tardará en volver a estar bien y probablemente necesite hablar sobre lo que pasó.
Hay una pregunta clave para despejar estas tormentas e impedir que lleguen a mayores: "¿Qué es lo que te enoja tanto?"
Es oportuno formularla en cualquier momento de la desavenencia, pero para esto es necesario abrir el corazón y desalojar el orgullo. Es el gran enemigo del amor, supone una exagerada importancia de uno mismo y el sentir que no necesitamos de nadie, que nos autoabastecemos. Es una sensación de omnipotencia que erige una gran barrera e impide que el otro se acerque.
Para vivir el amor es necesario tener presente siempre que la vida es un eterno intercambio y que no importa quien da o quien recibe, lo esencial es que nos necesitamos los unos a los otros.
Autor:Lic. Adrián Tucci.